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Capital-Bias, la Dimensión Espacial del Valor de Uso y el Futuro de la Economía

Hace unas semanas el Gobernador del Banco de Inglaterra Mark Carney emitió un aviso a navegantes sobre la inminencia de una ola de desempleo, sub-empleo, y precariedad derivada de los nuevos esquemas de automatización que la economía global ha empezado a implementar. La inteligencia artificial, el Big Data, y la versatilidad de la robótica moderna amenazan la sostenibilidad política de una estructura social de acumulación que soporta un número de frentes abiertos cada vez mayor. La creciente polaridad de la renta y el shedding laboral general resultante del deepening de la geografía productiva -avisó- son los factores que por su cada vez más constatada estructuralidad constituyen una amenaza directa a la supervivencia del sistema. Una amenaza que invita a  reabrir la biblioteca Marxista en Occidente y para la cual nuestra narrativa civilizacional carece de contramedidas.

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Los primeros indicios sobre el efecto desestabilizador que la composición orgánica y la distribución privada del capital imponía a la estructura social acumulativa vinieron de la mano del desacoplamiento general entre la remuneración media -y sobretodo mediana-  y los niveles de productividad en las economías avanzadas. Con una creciente masa de trabajadores víctima del labour shedding y la expulsión sistemática del factor trabajo de baja y media cualificación de los procesos manufactureros, el post-Fordismo se plasmaría socialmente entre un polo de desposesión en expansión y una aristocracia directivo-tecnológica internacional. En un intento de deflectar políticamente la noción de una geografía acumulativa destinada a partir nuestras sociedades en dos, la narrativa oficial construyó el caso del skill-gap general. La idea de que nuestras sociedades se habían quedado atrás en generar las condiciones formativas necesarias para proveer a los ciclos reproductivos del capital de una fuerza de trabajo capaz de operar en un entorno`flexible´y high-tech. En un contexto de abundancia de super-trabajadores -la narrativa diría- el desacoplamiento no hubiera tenido lugar, y nuestras sociedades serían mucho más ricas.

El paradigma del skill-gap se vino abajo cuando resultó evidente que detrás de la cuestión formativa existían factores estructurales responsables de la contención remuneratoria en un contexto de generación de riqueza creciente. Para explicar la caída agregada de la partiticipación salarial del trabajo se habló sobre el decreciente grado de sindicación como variable explicativa, se habló del los efectos distribucionales domésticos de la deslocalización de la manufactura, y se trató la cuestión relativa al desmembramiento de los instrumentos estatales de protección al trabajador. Pero no fué hasta indagar en el K-bias sistémico y en su red de efectos distributivos cuando la verdadera estructuralidad acumulativa se presentó para arrojar algo de luz sobre esta nueva terminalidad macroeconómica.

El bias pro-capital puede traducirse como el fenómeno tecnológico-económico por el cual cada ciclo sucesivo de innovación implica una mejora comparativa -en factor precio- de la posición capital-intensiva con respecto a la trabajo-intensiva. En otras palabras, el area de mejora de la competitividad-precio del factor capital opera en una escala distinta a la del factor trabajo. De lo que se deduce que, a diferencia de escenarios temporales pretéritos, el desarrollo tecnológico moderno ha alcanzado el grado de sofisticación suficiente para abandonar el rol de force-multiplier del trabajo y poder hablar hoy de una efectiva sustitución del mismo. En conjunción con el efecto de la capitalización en la rentabilidad general del sistema, este eje de asimetría de prestaciones acumulativas es el elemento responsable de la transición distribucional y operativa que el Capitalismo ha experimentado desde mediados del siglo XX. La causa de la ruptura con el contrato social del Fordismo, y el motor detrás de la estructura social de acumulación neoliberal.

Anteriormente, la combinación de espacio acumulativo, margen acumulativo, y una complementariedad entre capital y trabajo pudo dar como resultado la posibilidad de orquestar crecimientos paralelos de rentabilidad y masa salarial acompañados de una masa de bienes de consumo disponibles en aumento. Pero una vez la estructura social de acumulación del Fordismo tuvo que enfrentarse al agotamiento de las fuentes de expansión no intensivas en un contexto general de presión sobre la rentabilidad, la macroestructura capitalista no tuvo otra opción que encomendarse al antagonismo de los factores productivos. A la represión activa -política- y pasiva –shedding productivo- del trabajo para sostener sus decrecientes niveles de dinamismo acumulativo. Un punto de inflexión a partir del cual la división de clase se intensificará distribucionalmente por medio del desacoplamiento productividad-salarios, rentas de capital crecientes, y toda una nueva geografía reproductiva al alcance de unos pocos en el mundo de las finanzas.

El esfuerzo estructural por desescalar el peso remuneratorio del trabajo en la manufactura Fordista traerá consigo la primera vía en la línea de flotación del equilibrio social de la posguerra. El proceso de reconversión convergerá con una nueva oleada de globalización donde el centro de gravedad de la producción se trasladará a Asia en busca de una solución de competitividad-precio mejor.  Ambos procesos serán conjuntamente responsables del colapso de la base acumulativa del crecimiento de renta del tramo medio y medio-bajo de las sociedades occidentales, quienes entrarán en una terminalidad depresiva solo modulada por un wealth-effect financiero que desaparecerá con el crash de 2008. Acompañando la terciarización general de nuestras sociedades, la geografía productiva moderna seguirá conspirando para reprimir las ambiciones salariales de la fuerza de trabajo con independencia de un clima político ahora neoliberal. El proceso de intensificación de la explotación por la vía tecnológica traerá consigo una desigualdad inter-empresas creciente donde la concentración de capitales y los distintos grados de acceso a la escalaridad global disparará los diferenciales de productividad y automatización entre empresas líderes y las medias del sector. Una tendencia que provocará una revolución de la monopsonía y de la capacidad de fijación del mark-up comercial en los estratos superiores del ecosistema empresarial. Concentrando la producción y realización de la plusvalía en la cima y estrangulando acumulativamente una periferia de capitales laggards en los que la tensión financiera  y la precariedad será la norma.

En un contexto de extremos distributivos a escala empresarial e individual que 2008 ha disparado y cristalizado como el nuevo normal, la amenaza de una nueva ola de intensificación de la explotación en Occidente y su periferia logística promete incrementar la tensión remuneratoria del trabajo en un grado todavía mayor. Al igual que ocurriría con el Fordismo industrial en las economías desarrolladas en el pasado, la presión salarial generada por una reproducción acumulativa expansiva en la periferia forzará una reconversión en la que la concentración de capitales y la automatización crearán una competición de represión intensiva del trabajo genuinamente global. Una competición que, por la parte occidental, dará como resultado una revolución industrial de cuarta generación para la que la competitividad-precio del trabajo dejará de ser motivo de deslocalización.

El componente que hoy verdaderamente amenaza la sostenibilidad de la estructura social de acumulación neoliberal es la automatización de la esfera de los servicios profesionales. La transformación de la composición orgánica del sector manufacturero y su desescalada sistémica se tradujo en una expansión complementaria de la esfera FIRE en particular (Finanzas, Seguros,  y Actividad Inmobiliaria) y del sector servicios en general. La nueva dimensión FIRE de la economía constituiría el motor acumulativo auxiliar -financializado- del Capitalismo tradicional en su intento por abandonar mediante una construcción artificial la caída de la rentabilidad de la esfera productivo-real. El espacio acumulativo del sector servicios el relevo productivo que absorberá la masa de trabajo funcionalmente desplazada. Pero la trayectoria del equilibrio post-industrial no será distinta de su precedente Fordista, y la concentración y el deepening tecnológico pronto aumentarán la polaridad de la geografía económica de los servicios profesionales. Particularmente gracias a la rápida aplicabilidad de las tecnologías de procesos de revolución digital del nuevo milenio, cuyos diferenciales de adopción harán posible grados de concentración aún mayores y en un espacio de tiempo mucho menor.

Al contrario que en la transición precedente, la masa remuneratoria del factor trabajo desplazada por el shedding laboral en la geografía terciaria no tendrá alternativa económica posible. Se verá obligada a ajustarse a las necesidades del régimen acumulativo por la vía del trabajo no convencional. Algo que ganará intensidad tras el crash acumulativo de 2008 cuando gran parte de las estructuras de explotación peroféricas colapsen y se establezca un nuevo normal depresivo en el que el dinamismo empresarial toque fondo. La base sobre la cual el espectro de la hiper-mercantilización de la persona cristalizará en el nacimiento y la expansión del espectro`Gig´, freelance, y autónomo de la relación laboral. Donde la metástasis de los working-poor emergerá como una fuerza generadora de miseria imparable, el concepto de Career Fordista perderá su sentido económico, y una cascada de Bullshit-Jobs inundará las páginas de ofertas de empleo.

Con el despertar de la inteligencia artificial hoy nos encontramos ante la posibilidad de que la automatización sea capaz de penetrar esferas de actividad servicios de una complejidad mayor cuya no-repetitividad hubiera contenido el sangrado de participación salarial del trabajo en el pasado. Con el mundo del retail, la medicina, el transporte, la hostelería, y la restauración en el punto de mira la dimensión económica de la Uberización del trabajo amenaza con desarticular la geografía de la remuneración de un espacio tradicionalmente refugio de lo laboral-intensivo. La consecuencias que se prevén del funcionamiento normal del Capitalismo en el sector son una terminalidad represiva-depresiva de los salarios combinada con una creciente presencia de formas no-convencionales de actividad laboral. La ad-hoc-ización del empleo en la forma de una temporalidad y un fraccionamiento del trabajo sin precedentes.

A pesar de la clara tendencia con respecto al impacto y alcance de la capitalización del espectro productivo en Occidente y la geografía Asiática, estas proyecciones a futuro pueden errar debido a dos factores estructurales. El shedding laboral, junto con la monopsonía, y el deceleramiento acumulativo han creado una reserva industrial de trabajadores sub-empleados que contrarresta el impulso capitalizador mediante un precio-trabajo capaz de competir -temporalmente, K-bias- con el factor capital de la producción al nivel tecnológico actual. El efecto de una decreciente rentabilidad del capital sobre el dinamismo de los ciclos reproductivos es una amenaza aún más secular. Hablamos del impacto histórico de la composición orgánica del capital en la tasa de ganancia del sistema y en el consiguiente ahogamiento sistemático de la acumulación tanto por la vía de la produccíon como por la de la realización (sub-consumo). Si bien el Marxismo tradicional hablará del decreciente peso del factor trabajo (única fuente de valor) como inductor causal de dicha tendencia, en esta entrada se hablará sobre una alternativa exógena. Independientemente de la perspectiva adoptada ambas visiones existen como resultado directo del normal capitalista. Por el cual el capital escala, proporcionalmente, peso productivo desplazando al factor trabajo. Lo que sabotea a futuro sus posibilidades de reproducción.

La realidad económica que emerge como resultado es la de la concentración-sobreacumulación y la de la devaluación. La de las políticas publicas destinanas a reprimir todo statu quo por el cual el mundo del trabajo imponga restricciones de cualquier naturaleza a la reproducción del capital – y por ende a la capitalización-. La de una estructura monopolística internacionalizada y tecnológicamente dominante que concentra la producción y realización de plusvalía en un sistema donde sus cada vez más imponentes cash-flows hace tiempo que han dejado de encontrar opciones de reinversión rentables. Donde la catastrofe del régimen de acumulación financializado como mecanismo de reciclaje y reproducción de los beneficios empresariales ha forzado a los gestores del sistema a flexibilizar la arquitectura ideológica del sistema e intervenir directamente gran parte de la economía por medio de la banca central.

Con el trabajo atrapado entre la ejecución socio-económica por la vía intensiva (shedding laboral) y la penitencia extensiva (de represión del salario y los derechos laborales) en aras de reactivar una reproducción de capital moribunda, cabe preguntarse las razones de la insostenibilidad social y acumulativa del modo de producción capitalista. La responsabilidad principal recae sobre la dimensión espacial del valor de uso de las mercancias. Históricamente los límites espaciales del sistema capitalista se han abordado únicamente desde una perspectiva medioambiental-termodiámica (Green Theory of Value), atendiendo a los límites físicos de la producción de mercancias y al alcance del espectro de la mercantilización. El sistema capitalista opera acumulativamente en términos de valores de cambio, concepto del que parte la teoría marginalista bajo la cual toda explotación es enterrada bajo los balances de la arquitectura contable. Pero la base material (no monetaria) de la geografía económica es la dimensión de los valores de uso, de la utilidad del acto de consumo. Mientras que la dimensión de los valores de cambio depende espacialmente de un bien artificial como es el dinero, la realidad de los valores de uso tiene una limitación espacial inamovible. Algo que adquiere una restrictividad todavía mayor si tenemos en cuenta que, bajo la ley del valor, solo se atienden los valores uso (utilidades) respaldados con valores de cambio (dinero) y dentro de marcos de explotación rentables.

La utilidad-consumo, incluso si dispusiese de un respaldo monetario ilimitado que no interfiriera con el ámbito de la circulación, tiene una naturaleza esencialmente cerrada. Si obviamos la compra especulativa (valores de cambio), un individuo tiene un repertorio limitado de necesidades a satisfacer que se traduce en el potencial de compra de un número de limitado de bienes de consumo disponibles en el mercado. Agregadamente, ésto deriva en un potencial relativamente inflexible de bienes agrícolas, industriales, y de servicios que una sociedad moderna puede consumir en un periodo de tiempo determinado. Podemos entonces trazar la revolución expansiva del capitalismo al momento acumulativo en el que conviven una expansión sostenida de la tasa de cobertura de valores de uso con una transformación incremental de la naturaleza de dichos valores de uso. Siendo el ejemplo más paradigmático de este segundo componente la industria del automovil, el verdadero motor tras los avances acumulativos del siglo XX.

Siendo la realización de la plusvalía una variable dependiente de la tasa de cobertura de los valores uso existentes, el incentivo pro-productividad derivará inexorablemente en la necesidad de capitalizar las estructuras productivas que satisfacen al mercado. Esta tendencia hará posible que se genere una abundancia material creciente al abaratar escalarmante los costes de producción de los bienes de consumo existentes, liberando renta, y creando la potencialidad monetaria (valores de cambio) necesaria para financiar la cobertura de  valores de uso distintos (utilidades no cubiertas) o updates de los existentes. El Capitalismo de `suma positiva´ en el que la rentas reales pueden crecer. Pero esta relativa armonía tiene una esperanza de vida limitada. El crecimiento de la espacialidad de los valores de uso a satisfacer pronto se estabilizará y la competencia entre capitales pasará entonces a operar en el ámbito de la más eficiente / barata cobertura de los valores uso existentes. De la que dependerán tanto los diferenciales competitivos en el ámbito de la realización como los distintos ratios de acumulación que darán forma a la nueva geografía productiva. Marco por el cual la dinámica económica cristalizará en un proceso de producción en el que el factor trabajo y el capital competirán entre sí en una contienda en la que, a la larga, el factor capital prevalecerá (K-bias).

A partir de entonces la más eficiente / barata cobertura de los valores uso disponibles , la competitividad de mercado, será una variable dependiente del grado de expulsión de la participación salarial y operativa del trabajo. Proceso que tuvo lugar en el ámbito agrícola, recientemente en el manufacturero, y que ahora amenaza al sector servicios con la irrupción de nuevas formas de automatización. Elemento de naturaleza exógena que impone un límite (decreciente) a la rentabilidad del capital dando como resultado la terminalidad sobracumulada actual. Capitales para los que los costes de capitalización crecientes se retroalimentan con retornos de inversión – derivados de un más eficiente servicio de valores de uso- decrecientes por saturación. Una visión Smith-iana de la crisis sistémica del Capitalismo adaptada al marco conceptual-mercantil Marxista y complementada con una dimensión espacial que determinará su tempo. El motor de la cartelización de la esfera productiva, el causante de la pérdida de dinamismo del sistema, y la manifestación material de la estructura de clases.

En este marco sistémico la gran mayoría de la masa asalariada está condenada a un nivel de explotación creciente, tanto para mantener su propia competitividad-precio frente al capital como para sostener la rentabilidad del general del sistema. Lo que necesariamente implicará que un número cada vez mayor de valores de uso deje de estar soportado por valores de cambio efectivos (sub-consumo), algo que intensificará más si cabe la densión depresiva. Ni la receta monetaria ni la Keynesiana pueden intervenir y hacer que la inversión empresarial pueda rentabilizarse mediante una realización fluida, porque el límite superior acumulativo siempre lo constituirá la masa de valores de uso agregada que soporta la totalidad del sistema. Y todo intento por hacer crecer el total remuneratorio del factor trabajo en un marco de suma-cero productivo chocará frontalmente con la competitividad del capital a la hora de satisfacer dichos valores de uso. Emperorará la crisis sistémica. Igualmente le será espacialmente imposible dar una salida socio-económica al conjunto del factor trabajo atrapado en la esfera del sector servicios, quien hoy (sobre)vive entre una pinza tecnológica y una monopolística en un entorno de relaciones laborales caracterizadas por la hiper-explotación.

Desde una perspectiva sistémica esta teoría explica también la base material-acumulativa de la actual transición de un marco de desigualdad inter-estatal a uno intra-nacional y Marxista. La homogeneización por capitalización de la base productiva global y la expulsión coordinada del factor trabajo en beneficio de unas rentas de capital crecientes. Una perspectiva para la cual la expansión financiera reciente -la financialización del régimen de acumulación- no es una dimensión parasitaria a extirpar por el bien del Capitalismo `bueno´, sino un intento sistémico lógico por el cual una esfera de la economía se desvincula de los límites de los valores de uso productivos y se encominenda a la generación virtualmente ilimitada de valores de cambio acumulativos. Una separación destinada a colapsar por medio de un diferencial de realización entre los valores de cambio `financializados´ y los valores de cambio `productivos´con base en un valor de uso real.

Una visión para la cual la ausencia de presión inflacionaria en las economías desarrolladas a partir del momento en el que la globalización de la producción y la automatización de la manufactura definieran la geografía económica de Occidente es un resultado económico lógico. Que explica la importancia de la privatización como método de expansión de los valores de uso explotables en la escena acumulativa. Que explica la razón detrás de que todas las iniciativas `entrepreneur´ actuales tengan como modelo de negocio el desmantelamiento del modelo de estructura empresarial Fordista y la (hiper)mercantilización del factor trabajo. Un indicador claro de que hoy en día resulta imposible articular innovación basada en el servicio de nuevos valores de uso o en la mejora del servicio de valores-uso existentes sin implicar shedding laboral.

La causa primaria de la catástrofe socio-económica que experimentamos y a la que estamos abocados no es otra que la división de clase representada en la separación conceptual y material del valor de uso y el valor de cambio de las mercancias. Una división por la cual el control sobre las satisfacción de las necesidades humanas pasa por una sumisión social total a la satisfacción de valores de cambio artificiales en la forma de beneficio. Al Capital, a la clase dominante. División por la cual un gran número de necesidades acuciantes nunca serán atendidas al no disponer de una escolta de valores de cambio. El marco fundacional de la escasez artificial. Por la cual el trabajo, vinculado mediante valor de cambio al proceso acumulativo, no puede desvincularse de una geografía productiva que simplemente ya no le necesita para dar cobertura de mercado. Y es condenado a la más absurda de las miserias en una geografía socio-económica esculpida a base de explosiones financieras, shedding laboral, y una desigualdad sin precedentes.

Resulta imperativo evitar las brutales consecuencias socio-económicas que nos depara el presente siglo. Abolir la división entre el valor de uso y el valor de cambio de la mercancia para desarticular la relación y división de clase y construir un sistema que sirva a los intereses de todos. Optimizando moral, distributiva, y termodinámicamente el mundo económico por medio de un sistema socialista. El valor de uso en contraposición y relación al valor de cambio, la base del Capitalismo y un concepto muy util para entender los mecanismos de su auto-destrucción.

 

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